Introducción
El sufrimiento humano siempre ha sido un tópico de interés para los investigadores de las distintas ramas del saber, incluso la Teología. Desde el liderazgo de la iglesia contemporánea, se insta a empatizar con el sufrimiento del prójimo, como parte de la obediencia a la Palabra de Dios; sin embargo, muchas veces en vez de esto, se racionaliza, minimiza, niega o evita la experiencia del que sufre, restándole la importancia que posee para la persona, no dimensiona el impacto que puede provocar esta experiencia en la salud espiritual y mental del creyente.
En el mejor de los casos, cuando existe un ministerio de consejería en la iglesia, los esfuerzos en abordar la situación de sufrimiento del aconsejado, de alguna u otra manera, estarán infuidos por algún tipo de perpectiva teológica. En cuanto a la consejería pastoral con perspectiva escatológica, su intervención terapéutica abordará el sufrimiento del aconsejado, resignificando esta experiencia por medio de la comparación entre su situación de dolor actual, y su situación en la eternidad. Además, se advertirá un fuerte énfasis en el control soberano de Dios, y en los beneficios que tiene para el creyente la experiencia de sufrir.
Por otra parte, la consejería pastoral con perspectiva contextual, si bien su estrategia se basará también en la resignificación del sufrimiento del creyente, hará hincapié más en el protagonismo que puede adquirir el aconsejado frente a su aflicción, “en el tiempo presente”, y sin dejar de confiar en la voluntad soberana de Dios, motivará al desarrollo de habilidades socioemocionales, destrezas relacionales, modificación de pensamientos y sesgos erróneos, potenciación de disciplinas espirituales, manejo de la ansiedad, regulación del estrés, etc., de modo de poner límites al sufrimiento del aconsejado, y de este modo preservar su salud mental y espiritual.
¿Qué intentamos cambiar en la consejería pastoral? ¿dolor o sufrimiento?
Lo primero que resulta relevante consignar en el quehacer de la consejería pastoral, es que en la mayoría de los libros acerca de esta temática, y de una manera general, los autores dan igual sentido semántico a los términos dolor y sufrimiento. En vías de hacer una distinción semántica, pero que tendrá importantes efectos pragmáticos: el dolor se puede conceptualizar como un fenómeno psicológico y espiritual de carácter “inevitable” en la vida de las personas. Todos los seres humanos, aún los creyentes, experimentarán dolor en algún momento de sus vidas. Se trata de una respuesta emocional, natural y espontánea frente a un acontecimiento generalmente externo, que al percibirse implicará una sensación de malestar interno y subjetivo (que puede incluir, angustia, miedo y tristeza) y que puede ser consecuencia de enfrentar una crisis de tipo circunstancial (un accidente, enfermedades, desastres naturales, pérdidas de seres queridos, etc.), o bien una consecuencia de enfrentar una crisis de tipo normativo, que se relacionan con las tareas y desafíos de cada etapa del ciclo vital de la familia (por ejemplo, padres que luchan con los conflictos de la etapa adolescente, o cuando estos mismos hijos se van del hogar, “el nido vacío”). Hay que consignar que todas estas crisis en su conjunto, asociado el dolor que conllevan, siempre se encontrarán en el plan de Dios para las personas (1 Sa. 2:6-7; Dt. 32:39; Is.45:7; Job.2:9-10).
El sufrimiento, por otro lado, es definido por algunos autores como la consecuencia dinámica y cambiante de la interacción en contextos específicos, entre la percepción de amenaza y la percepción de recursos, modulada por su estado de ánimo.[i] En la definición anterior, se resalta el elemento de interacción entre la percepción de amenaza de la situación que enfrenta la persona y la percepción de las propias capacidades para afrontar su problema. De este contraste o comparación, mediada la experiencia por el estado anímico que tenga la persona en ese momento, surgirá la vivencia de sufrimiento.
Además, el consejero pastoral podrá vislumbrar la vivencia emocional del aconsejado como un proceso que sigue el siguiente orden: primero surgirá una experiencia o “detonante” del dolor; éste, aunque se perciba como algo incómodo, el consejero deberá advertirlo como algo normal y hasta adaptativo en la vida del creyente; sin embargo, si luego ese dolor se extiende en el tiempo como una experiencia emocional intensa, donde interviene de manera frecuente la interpretación subjetiva que hace la persona de su situación, entonces ese dolor pasará a convertirse en sufrimiento.
En relación a lo anterior, por ejemplo, la experiencia de una madre abandonada que se entera que su hijo adolescente consume drogas, al principio, le va a producir un dolor emocional; sin embargo, si al pasar los días, desde su impotencia no sabe cómo lidiar con la situación, y desde su perspectiva concluye que se trata de “una verdadera tragedia”, o “mi hijo ya no ama”, o “siento que Dios me ha abandonado”, esa forma de interpretación personal profundizará la experiencia de dolor, transformándola ahora en una experiencia de sufrimiento, incluso con la posibilidad de que en el tiempo surja en ella algún cuadro de salud mental, como un estrés crónico, un trastorno de ansiedad, una depresión mayor, comer emocional – adictivo, ira impulsiva, etc. Como bien argumenta Polischuk, es importante considerar las percepciones y atribuciones de la persona que sufre, ya que, en realidad, no son las cosas en sí las que turban al ser, sino el significado que la persona les adjudica.[ii]
Entonces, aún cuando aceptamos que Dios permite el dolor en la vida de sus hijos de acuerdo a su propósito para ellos, no obstante, la propia percepción de amenaza y la construcción de significado acerca de las crisis va a afectar de forma inevitable el curso de los acontecimientos. En consecuencia, y advirtidos de lo anterior en el contexto de la consejería pastoral, puede afirmarse que la perspectiva acerca del dolor/sufrimiento que tenga el consejero, el enfoque de fe y afrontamiento del aconsejado sobre su propia situación, la responsabilidad que asuma durante el proceso de consejería, y la comprensión que tenga acerca del rol que juega Dios en medio de su dificultad, marcarán sin duda la diferencia en la experiencia de cambio.
Consejería con perspectiva escatológica y consejería con perspectiva contextual
En el camino de comprender esta dualidad de perspectivas en la consejería pastoral, se desea resaltar un componente del asesoramiento, que independiente de cuál sea la perspectiva, se va a evidenciar en todo proceso de asesoramiento, y que tiene que ver con la temática del sentido en medio de las pruebas. El teólogo Jim Panaggio plantea que cuando al final podemos aceptar que Dios ha incluido en su plan para la historia el sufrimiento, y que vamos a sufrir de alguna manera porque vivimos en un mundo caído, debemos preguntarnos: ¿Cuál es el propósito del sufrimiento? O sea, ¿Qué es lo que Dios está haciendo a través de mi sufrimiento? Esa pregunta tendría varias respuestas. Mejor dicho, hay varios propósitos para el sufrimiento y cada caso podría significar un propósito distinto.[iii] De acuerdo a Panaggio, los siguientes serían los propósitos que tiene el sufrimiento en la vida del creyente:[iv]
- Hay sufrimiento que es para pulir y perfeccionar nuestra fe (Stg.1:2-4; Ro.5:3-5).
- Hay sufrimiento que es para probar nuestra fe y para ver si es genuina (1 Pe.1:6-7).
- Hay sufrimiento que es para disciplinarnos (Heb.12:3-11).
- Hay sufrimiento que es persecución (1 Pe.5:8; Ef.6:12).
- Todo sufrimiento tiene como último fin que la gloria y grandeza de Dios sean conocidas (Ef.1:6).
Puede reconocerse, de acuerdo con este autor, que el sufrimiento del cristiano a priori va a tener un propósito y adquirir además sentido desde la comprensión de que es, en general, para fines de crecimiento, santidad y madurez espiritual a través de la fe. Y todo ello se dirige a darle la gloria a Dios.
Al tomar en consideración la perspectiva de Panaggio acerca de que el sufrimiento tiene propósitos, puede afirmarse que efectivamente esto sería así. De hecho, varios pensadores, filósofos, teólogos y expertos de otras ramas del saber, a lo largo de la historia han argüido que encontrar significado a las desgracias de la vida puede ayudar mucho al sufriente para que pueda afrontar de mejor manera su vivencia de profundo malestar interno. Como bien argumentó el médico sobreviviente del exterminio nazi, Víctor Frankl, el sufrimiento es siempre sobrellevado mejor por las víctimas en la medida en que éstas pueden encontrar algún margen de sentido a su dolor.[v] De esta misma forma, la Biblia va a orientar a la consejería cristiana para que el creyente en medio de su sufrimiento pueda aprender a sostenerse en las promesas de Dios, y aun pueda confiar que su difícil situación está incluida en un plan divino, el cual, en la medida que se descubra, otorgará aún más significado a su experiencia sufriente.
De acuerdo con lo anterior, la consejería basada por ejemplo en Romanos 5:1-5 (que implica una perspectiva escatológica del sufrimiento) va a resignificar la situación del sufriente, primero animándolo a que pueda desarrollar una actitud de gozo “en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios” (5:2b). Debe reconocer la verdad de que la meta final del cristiano es la vida eterna, donde le espera un futuro glorioso junto al Señor. Su situación de sufrimiento se trata solo de algo pasajero, temporal, que lo prepara para la eternidad. Segundo, y de forma simultánea, podrá encontrar sentido a las crisis de la vida si halla una oportunidad para crecer en madurez, donde se pueden cultivar y desarrollar frutos como la paciencia, un carácter valeroso y confiable, todo lo cual le va a fortalecer en medio de la aflicción, y consolida aún más la actitud de esperanza en la gloria venidera (5:3-4).
Si consideramos ahora el pasaje de 2 Corintios 1:3-4, que se va a categorizar como una consejería de perspectiva contextual (centrada en el tiempo presente), ayudará también a redefinir el sufrimiento como una oportunidad que Dios otorga a los creyentes, en este caso, como “Él nos consuela en todas nuestras aflicciones”, se espera que este aprendizaje de sufrimiento nos impulse “para que también podamos consolar a los que están en aflicción” (1:4).
Sin embargo, y sin dejar de lado el aspecto anterior de que ambas perspectivas (escatológica y contextual) ayudan al sufriente a encontrar un nuevo significado en medio de las pruebas, hay que señalar que los autores de la teología del sufrimiento (entre ellos Panaggio) no siempre dejan en claro ni identifican en la enseñanza bíblica los elementos que pudieran dar cuenta acerca de los límites del sufrimiento en la vida del creyente, vale decir, que exista una descripción de cuánto sufrimiento, en qué cantidad, intensidad y tiempo de duración debiera tener esta experiencia para que pueda cumplirse el propósito de Dios en la vida del cristiano, y en consecuencia, se solucione el problema que lo hace sufrir. En general, se da a entender que estos elementos quedan solo al criterio de Dios, y que el creyente “solo debe aceptar los designios del Señor”, o que bien, “Él se glorificará en el tiempo justo en la vida de sus hijos”.
En relación con lo anterior, si se considera el contexto contemporáneo de los problemas de salud mental que aquejan al mundo, y también a la iglesia cristiana, resulta preponderante advertir que un consejero bíblico con perspectiva escatológica y con tendencia a reesignificar el sufrimiento, podría incurrir en el error de no poner atajo de forma perentoria al sufrir del aconsejado. Hoy en día, por ejemplo, la ansiedad no tratada en su manifestación inicial, efectiva e integral, al intensificarse en el tiempo podría dar lugar a un trastorno de ansiedad generalizada, diagnóstico que incluye aparte de la ansiedad en sí mísma, una serie de otros síntomas bastante molestos, como son la preocupación excesiva e incontrolable, inquietud, fatiga, dificultad para concentrarse, irritabilidad, tensión muscular, trastornos del sueño como el insomnio, y donde estos síntomas además producen un malestar clínico significativo o deterioro en lo social, laboral u otras áreas importantes de funcionamiento de la persona.[vi]
De manera similar, las crisis de angustia o ataques de pánico no bien tratados pueden desencadenar una agorafobia (trastorno que se caracteriza por un miedo o ansiedad persistente ante situaciones en las que puede ser difícil escapar o no haya ayuda disponible);[vii] una persona que haya experimentado un trauma, si no se aborda con prontitud podría desarrollar en los meses posteriores un trastorno por estrés postraumático; el comer emocional impulsivo desembocar en bulimia; la timidez y evitación constante de situaciones interpersonales, en un trastorno de ansiedad social; un duelo normal, en un duelo complicado o prolongado, un episodio depresivo en un trastorno depresivo mayor, y éste, en un intento de suicidio, o peor, en un suicidio consumado.
Además, se puede advertir en algunas ocasiones que los teólogos del sufrimiento aparte de “naturalizar” el sufrimiento, hacen el énfasis particular acerca de las bondades que tiene el sufrir en la vida del creyente, y en ningún caso advierte los peligros potenciales de que un creyente permanezca demasiado tiempo en una situación de aflicción. Como bien destacó Panaggio del texto bíblico, existen varios beneficios prácticos que surgen en la experiencia de sufrimiento (Stg.1:2-4; Ro.5:3-5; 1 Pe.1:6-7; Heb.12:3-11; 1 Pe.5:8). Pero esto no significa que el sufrimiento “sea bueno”. Nuestro dolor y/o sufrimiento sin duda que Dios lo puede usar para fines de crecimiento en nuestra vida y también para su gloria. Pero en este sentido, será más apropiado decir que el sufrimiento en las manos de Dios “puede ser útil” para el objetivo de provocar cambios importantes en la vida de sus hijos, en el carácter, por ejemplo haciéndonos menos autosuficientes y más dependientes de Él. En otras palabras, Dios se sirve del sufrimiento con el fin de llevar a cabo sus propósitos eternos en la vida de su pueblo.
El problema que se suscita es, que desde una inadecuada teología del sufrimiento, y al sostenerse la idea de que éste es bueno, se puede caer en el error, inclusive, de llegar a deificar el dolor o sufrimiento en la vida de las personas, y además, instar a darle la gloria Dios. Como bien argumenta Douglas Moo, hemos de gozarnos en medio del sufrimiento, pero no en él. Arguye además este téologo: Sin embargo algunos cristianos llegan casi a estos extremos en su aplicación de versículos como Romanos 5:3; es como si hubiéramos de alabar a Dios por el cáncer, la pérdida de un empleo o la muerte de un ser amado. Nunca hemos de alabar a Dios por las cosas malas, ni gozarnos en ellas. Dios aborrece estas cosas. No forman parte de su creación original, y algún día las erradicará. Pablo nos llama a gozarnos en medio de las aflicciones, e incluso a alegrarnos por ellas y con expectativas de lo que Dios conseguirá por medio de ellas. Pero nunca nos pide que estemos contentos por la propia aflicción.[viii]
Es en este momento donde se debe hacer la distinción – y énfasis práctico – de que habrá un primer modelo de consejería pastoral, que se centrará más en una visión escatológica del sufrimiento, donde se utilizan textos como Romanos 5:1-5 y otros similares, donde si bien no se excluirán del todo los consejos bíblicos para promover algún cambio en la situación del aconsejado, se esforzará más por explicar e intervenir el contexto sufriente del aconsejado, por medio de argumentaciones respecto a las bondades que tiene sufrir, al control soberano de Dios, y acerca de la mejor situación que le espera en la eternidad.
En relación con lo anterior, si bien Dios es soberano y tiene el control de todo lo que sucede en la vida de sus hijos, ya que “…hace que todas las cosas resulten de acuerdo con su plan” (Ef.1:11), y que es verdad que a ellos les espera un futuro glorioso donde “Él secará todas sus lágrimas, y ya no habrá muerte, ni sufrimiento, ni llanto, ni dolor” (Ap.21:14, PDT), no obstante, desde un segundo modelo de hacer consejería pastoral, de carácter contextual, la labor se enfocará más en resolver los problemas en el “aquí y ahora”. Keener, desde una perspectiva acerca del contexto histórico – cultural de Segunda de Corintios, alude que Dios daría su consuelo final a su pueblo con la venida del Mesías (Is.40:1; 49:13), pero también los consolaba en sus adversidades en el presente (Sal.94:19). Y añade: “el principio de que el sufrimiento le enseña a uno cómo tratar a otros se arraiga en el Antiguo Testamento (Éx.23:9)”.[ix]
En 2 Corintios (2 Co.1:3-8) Pablo les dice a los corintios que no quiere que ignoren lo que le sucedió a él y aún atravesaba. Había sufrido mucho en Asia Menor, sufrimiento externo. Ahora sufría en su corazón, sufrimiento interno. Sentía la sentencia de muerte, e incluso perdía la esperanza de vivir (2 Co.1:8-9).[x] Así como le sucedió a Pablo y los corintios, la consejería cristiana deberá hacer el esfuerzo de no ignorar el sufrimiento del aconsejado, y responder de manera urgente y proactiva a sus necesidades, con una escucha a fondo el problema, y con una actitud de empatía cuando nos cuente los hechos relacionados con su sufrimiento.
En el proceso de practicar la consejería pastoral de carácter contextual, se tendrá siempre la expectativa de que Dios por medio de su Espíritu Santo, guiará las intervenciones terapéuticas con el aconsejado que sufre, pero con la consciencia de intervenir desde un enfoque mucho más compasivo, intencional y efectivo a la hora de ofrecer ayuda al asesorado, de tal modo que, primero, lo ayude a ver que su situación puede “sintonizar” a la perfección con la voluntad soberana de Dios, y segundo, facilite que él sea un protagonista activo en ese proceso de cambio, inclusive, “coparticipando” en la construcción del plan de Dios para su vida.
En relación con la premisa anterior, debe quedar en claro que un enfoque contextual de consejería construido en base al valor de la compasión, comprenderá muy bien que habrán situaciones donde el quehacer pastoral se mostrará impotente, sin poder dar una respuesta inmediata y certera al dolor/sufrimiento del creyente; por ejemplo, solucionar la experiencia de una angustiada madre, que esta vez llama de madrugada al consejero para contarle que su hijo adolescente que consume drogas ha decidido abandonar el hogar y vivir su propia vida. En situaciones como éstas, es muy probable que la intervención se orientará para que la madre pueda aceptar esta prueba y el dolor que le provoca, aprender a esperar y confiar en el Señor.
Sin embargo, si esta madre entra en un proceso de consejería, y el énfasis de la enseñanza sigue puesto sólo en lo escatológico, vale decir, indicarle a la madre que el problema con su hijo adicto “no se compara con la gloria venidera que en ella ha de manifestarse” (Ro. 8:18), considerando además que después de seis meses de conflicto se encuentra colapsada, con altos niveles de estrés, con ánimo deprimido, con insomnio severo y el colon inflamado que le ha producido serios problemas gastrointestinales, tal vez esta madre se sentirá poco comprendida, confundida y hasta frustrada por el consejo pastoral. Así como la fe de esta madre debe ser puesta en una perspectiva de lo eterno, también esta fe debe ser canalizada en una solución práctica en el tiempo presente.
En otras palabras, si bien por un lado, se debe ayudar al aconsejado a encontrar propósito en la eternidad, y además posibles beneficios en su proceso de sufrimiento, donde a través de la prueba de su fe crece en el fruto del Espíritu y en madurez espiritual (Stgo. 1:2-4; Ro. 5:3-4), por otro lado, se debe también ayudarlo a encontrar propósito y beneficios en el proceso del “cómo” se resuelve ese mismo sufrimiento. Este nuevo aprendizaje cognitivo, emocional y espiritual puede marcar la diferencia, incluso, en el tiempo en que un creyente se mantenga en una particular situación de aflicción.
En consecuencia, la consejería pastoral contextual y compasiva buscará en su objetivo central, no solo que el aconsejado comprenda cognoscitivamente el propósito de las pruebas, sino que además, existe la posibilidad real que su sufrimiento se pueda atenuar, restringir, modificar, y en el mejor de los casos, que se le pueda poner fin.
Lo anterior puede resultar chocante hasta para los consejeros experimentados, porque a veces se pueden sentir impotentes al pensar que ya no saben cómo ayudar al consejado a lidiar con su dolor o sufrimiento. A propósito, el argumento de Pablo “que de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación” (v.5), debiera ser la aliciente para comprender que en la consejería cristiana compasiva resulta imposible separar la experiencia de sufrimiento de la experiencia de alivio del mismo, por medio de la consolación que ofrece Cristo, y que se espera que ahora el consejero “ya consolado”, la pueda ofrecer al aconsejado que sufre. En esto radica en gran parte la ética del ministerio de la consolación (2 Co.1:3-5).
Conclusión
El acercamiento al desarrollo de lo que pudiera ser una actualizada teología bíblica del sufrimiento, implicará un esfuerzo para hacer que ambas perspectivas, tanto escatológica como contextual, se puedan integrar y complementar durante el trabajo de la consejería pastoral, ya que ambas perspectivas están sustentadas en principios y verdades eternas de la Palabra de Dios.
La consejería escatológica se practicará con la intención de alentar, motivar y dar esperanza al aconsejado, que en medio de su crisis, necesita saber que su dolor/sufrimiento se encuentra dentro de un marco temporal, y que es verdad que en la eternidad cesará por completo su malestar, no existirá ya ningún diagnóstico de problemas de salud mental.
Por otra parte, si bien el sufrimiento no se resolverá por completo en esta vida, y que en el proceso cumplirá la función esencial de formar el carácter cristiano, sin embargo, tanto en el mundo y dentro de la iglesia, nos encontraremos todavía con la trágica realidad de que el sufrimiento personal desmedido, intenso y extendido en el tiempo, sobretodo en el contexto de cuadros de salud mental complejos (ansiedad, estrés, trauma, depresión) llevará cada año a miles de creyentes en el mundo a desarrollar graves trastornos de salud mental, restándoles calidad de vida, y en un sentido espiritual, robándoles el gozo de ser discípulos del Señor.
La realidad anterior amerita que de manera ética y urgente los consejeros pastorales puedan indagar en nuevas perspectivas y estrategias para abordar el dolor y/o sufrimiento de la iglesia contemporánea. Debido a esta razón es que se ha escrito este trabajo con un énfasis en la perspectiva de cambio contextual, desde donde deriva el accionar de la consejería pastoral compasiva, la cual orientará sus esfuerzos a establecer límites al sufrimiento de los creyentes, mejorar así su calidad de vida personal, relacional y hasta ministerial, si fuera el caso.
Como indica Panaggio, Cristo se identifica en primera instancia con nuestros sufrimientos porque Él es el Dios susceptible de experimentar dolor.[xi] Dar a conocer esta verdad en una primera instancia de la consejería será muy importante para el aconsejado que sufre, porque sentirá que Dios comprende y empatiza a fondo con su situación.
Sin embargo, el asunto no puede llegar hasta ahí. Posteriormente se le debe señalar de forma clara y directa que Cristo, por medio de su muerte y resurrección, se volvió el mediador dispuesto por el Padre para acabar con el sufrimiento de las personas, y que si bien Él permite en su voluntad las diferentes pruebas en la vida de sus hijos, y junto con ello, ha prometido dar una solución a esas particulares situaciones de sufrimiento.
En consecuencia, el encuentro del consejero pastoral con el aconsejado sufriente, debe ser uno que lo acerque más al mensaje de vida propuesto por el Cristo viviente, que da vida a su iglesia y promueva a través de su Palabra y de su Espíritu una reformulación, pero también cese del dolor en la vida de los creyentes que sufren.
Por Herbert Grenett
Bibliografía
[i] Bayés, Ramón. Sobre la felicidad y el sufrimiento. Quaderns de Psicologia 11(1-2), 11-16 ( 2009) https://doi.org/10.5565/rev/qpsicologia.508
[ii] Polischuk, Pablo. El consejo integral metacognitivo dialógico. Principios bíblicos – teológicos y psicológicos integrados a la praxis (Buenos Aires: Ediciones Facultad de Teología Integral de Buenos Aires, 2021), 164.
[iii] Panaggio, Jim. El pastor y las ovejas sufrientes. Una teología del sufrimiento (2020) 15. https://entrenamientopastoral.com/articulos/
[iv] Panaggio, 15-24.
[v] Frankl, Víctor. El hombre en busca de sentido (Barcelona: Herder, 2004), 78.
[vi] Asociación Americana de Psiquiatría. DSM-5-TR. Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Ed. Panamericana 2022.
[vii] Ibid.
[viii] Moo, Douglas. Comentarios bíblicos con aplicación NVI, Romanos: Del texto bíblico a una aplicación contemporánea (Miami, FL: Editorial Vida, 2021), 170.
[ix] Keener, Craig. Comentario del contexto cultural de la Biblia, Nuevo Testamento (El Paso, Texas: Ed. Mundo Hispano, 2003), 491.
[x] Kellemen, Bob y Viars, Steven. Consejería bíblica Cristo-céntrica. Cambiando vidas con la verdad inmutable (Sebring, FL: EBI Editorial Bautista Independiente, 2022), 294.
[xi] Panaggio, Una teología del sufrimiento, 14.